jueves, 3 de octubre de 2013

Taquitos de rock en salsa verde



25 anécdotas en 25 años
3/25 Taquitos de rock en salsa verde

Les comparto este texto que leí en septiembre de 2013en el Museo del Chopo durante la presentación del libro Rock en Salsa Verde compilado por Jorge Velasco.


Taquitos de rock en salsa verde

¡Joven, señorita! lleve sus tacos, sus taquitos de rock en salsa verde. Pásele saboree esta historia que pronto cumplirá 60 años. Para los desmemoriados, para los que sienten que ellos inventaron la salsa verde y que es la más auténtica del planeta, para los rockeros primerizos, para los veryoriginals que asistieron a Avándaro, para los rockeros de hueso colorado. Pásele para todos hay historias.
Jorge Velasco —músico, economista y etnomusicólogo— nos invita a disfrutar de una serie de textos sobre el rock hecho en casa, compilados en el libro Rock en Salsa verde.  El editor es Jorge García Robles y está publicado por Uva Tinta Ediciones con el apoyo de Conaculta. Es un acierto definir como microhistorias esta compilación.Se trata de cachos, trocitos,  retazos con hueso para saborearse un buen caldo en salsa verde.  Historias sazonadas por las plumas de José Agustín, Parménides, Oscar Sarquíz, Víctor Roura, Julia Palacios, Federico Rubli, Xavier Quirarte, Carlos Baca, David Cortés, Malacara, José Luis Pluma, Chelico, Benjamín Anaya, Enrique Blanc, Pacho, Merced Belem Valdés, Pantoja, Paty Peñaloza,Alejandro González, Rockdrigo, Hugo Sernay la que escribe.
Jorge Velasco nos presenta en cuatro grandes capítulos la historia del rock en México que resume en canciones: Ahí viene la plaga, le gusta bailar (fines de los cincuenta, principios delos sesenta, años dorados del rocanrol, apropiación de lo ajeno); Prefiero en mi cerebro caminar…(fines de los sesenta, hipismo, onda chicana); Muchos azules enla ciudad(década de los setenta, Avándaro, represión y hoyos fonquis) y Venganza, venganza de Moctezuma (década de los ochenta, boom del rock en español y diversificación). Me hubiera gustado escuchar más su voz presentando cada capítulo, pero entiendo que no fue posible por razones de espacio.
La historiadora Julia Palacios nos regala una precisa descripción de la forma en que se introdujo el rock and roll en México. Jóvenes que habían importado la moda de allá para hacerla acá. De jóvenes que hasta construyeron sus propios instrumentos de manera doméstica.
La investigación de Rubli sobre la verdadera identidad de la encuerada de Avándaro es una muestra que a veces escribir la historia del rock en México se vuelve una hazaña de investigador privado. Con una lupa andas siguiendo las huellas de una foto, de un nombre, de un disco. Te metes a los archivos privados y públicos, hasta donde la ley de acceso a la información te lo permite.
La historia de los hoyos fonquis es terrorífica, es la época oscurantista del rock en México, Arana y Parménides la describen puntualmente. La analogía que hace Arana entre el infierno de Dante y los hoyos es de lo más atinada. En mi libro Sirenas al ataque (historia delas mujeres rockerasmexicanas ) hablo de los hoyos fonquis durante los ochentay noventa y los denomino hoyosaurios, como una práctica que no se acaba, como una herencia del pasado que no nos hemos podido quitar: la gandallez de los organizadores, portazos, equipo de audio en pésimas condiciones, el público aventando porquerías a los músicos.
Celebro los textos de  Víctor Roura sobre el rock de los setenta, de Carlos Baca sobre el compositor Pájaro Alberto y el músico-productor Armando Nava, de José Agustín  sobre Javier Bátiz. Estos personajes son piedras angulares del rock en México.Me llama la atención el Manifiesto de Los Músicos escrito en 1972 publicado por Merced Belem Valdéz donde solicitan fuentes de empleo al Sindicato de Músicos y difusión en la radio. Este manifiesto no tiene vigencia, sigue tan actual. Dice “demandamos la atención de las empresas de televisión para que hagan programas que nos interesen y nos ocupen… Condenamos a las radiodifusoras especializadas por su total ignorancia de lo que es buena música… Condenamos a las compañías grabadoras por su falta de profesionalismo…y desinterés por grabar grupos y bandas mexicanas”. La historia se repite aunque con sus matices. Ahora ya puede haber conciertos masivos sin que terminen en trifulca y represión. En los dos miles la gran mayoría de las bandas se autoproducen sus conciertos y están al margen del Sindicato de Músicos, pero siguen faltando espacios para los conciertos de rock. En cuanto a la difusión del rock mexicano, ahora tenemos herramientas como el youtube yel myspace, como bien señala en su texto Paty Peñaloza,  que son un oasis ante la oferta de las radiodifusoras y las televisoras comerciales donde prácticamente no existimos.
Me gustó que incluyeran al grupo MCC, creo que Mario Rivas ocupa un lugar especial en la historia del rock en México por su talento  y su carisma. Jorge Velasco formó parte de esta banda incomprendida en su momento pero con un sonido extraordinario.
En cuanto a los autores de esta compilación, me faltó leer la pluma de Chava Rock y Rodrigo Farías.Nuestra historia del rock mexicano va a cumplir 60 años y nos queda tanto por escribir aún. Rock en salsa verde permite un primer acercamiento sobre  la historia del rock  en 173 páginas, sin tener que leernos los cuatro tomos de Guaraches de Ante Azul, la historia del rock mexicano escrita por Federico Arana.
En la introducción de Rock en Salsa Verde, Jorge Velasco nos recuerda su visión de la música  empleada en su libro anterior El Canto de la tribu. Para él los sonidos  reflejan una época y lugar determinados. El rock mexicano es parte de una tribu, de una fraternidad, de un guetto y el canto convoca a la especie, reúne a la cofradía. Así hoy, estamos reunidos cantando y celebrando que hay taquitos de rock en salsa verde. Buen provecho.

jueves, 11 de julio de 2013

Tienes el poder y la magia



25 anécdotas en 25 años de historia
2/25 “Tienes el poder y la magia”


Les comparto un texto que escribí en agosto de 1993, poco después de mi primera gira a Europa. A la distancia creo que fue un viaje muy formativo. Acababa de tronar con mi banda Esquina Bajan y necesitaba probarme a mí misma que yo solita podía.  Llegué a casa de amigos de amigos, todos me abrieron su corazón y su amistad. Tenía 25 años.

Mi viaje al otro lado del charco
Me lancé a la aventura, con mi mochila a cuestas, mi guitarra electroacústica y una libreta de direcciones y teléfonos. No tenía asegurado nada, ni dónde hospedarme ni mucho menos algún concierto. Intenté conseguir alguna tocada en Italia pero el no saber el idioma y la desventaja que muchos italianos no hablan inglés me dificultó hacer contactos. Las paperas que me dieron en Padova, me bajaron la moral terriblemente. Cuando me repuse llegué a Zurich en Suiza. Me ofrecían conciertos para septiembre, y yo para ese entonces ya estaría en México. No fue sino hasta que llegué a Bélgica, cuando di mi primer concierto el 7 de mayo en la Ciudad de Gante. Toqué en el Club latino “Duke” con el grupo del saxofonista mexicano Luis Márquez. En el bajo y la guitarra me acompañaron dos belgas y en las percusiones otro mexicano.
Un saxofonista negro de Nueva York, que andaba por ahí, se me apareció como un ángel. “Tienes el poder y la magia, gracias por todo lo que me diste durante el concierto” –me susurró. Esas palabras me acompañarían durante mi viaje y fueron una vitamina para los momentos de flaqueza. El segundo concierto fue en Amberes, Bélgica, en un evento de solidaridad con Cuba el 8 de mayo. Al público me dirigí en español porque había muchos latinos. En este país participé en los programas “La hora del Chaman”, “Voz Latina en Radio Central; “Amanecer Latino” en Radio Zuiderlicht y en Studio Brussel.
En París fui invitada a Radio Latina al programa “Ensalada mexicana“ que conducía Jorge Saldaña. Con ese mismo locutor participé en un programa que se transmitía en vivo desde los Estudios del Hotel de Ville hacia la Ciudad de México para  XEDF.
El 25 de mayo me presenté en un centro cultural —tipo hoyo fonqui— llamado “Kornzert”, en Hannover, Alemana, en un evento contra el racismo. Alterné con una banda nombrada ¿Qué pasó con Rachel? Aunque había poco público, los chavos se portaron de lo más respetuosos y atentos conmigo. Aquí sí me dirigí a la gente en inglés, para explicar el contenido de mis rolas. Siempre canté en español.
Para el 1 de junio toqué en Arhus, Dinamarca, en el Centro Internacional de Estudiantes. En este concierto me sentí como maestra, mi público eran chicos deseosos de aprender español. Mis canciones las intercalaba con comentarios, chistes o anécdotas sobre cómo vivimos en la Ciudad de México, el metro, la sobrepoblación, el desempleo, la histeria y la contaminación, entre otras cosas. Tuve que salir tres veces a dar las gracias, no me dejaban ir.  Ya para despedirme, salió el ”Y volver, volver, volver”, de mi ronco pecho. Para fines de junio, me trasladé a España, donde pensé que por hablar el mismo idioma, me podría mover más fácil. Sin embargo, después de una amarga experiencia que tuve en Barcelona, no me sentí tan entre cuates.
Para el 24 de junio tenía apartado un concierto en el Instituto de México en España, que dirigía entonces Víctor Sandoval. Estuve a punto de cancelarlo porque en Barcelona, dos días antes del concertó en Madrid, me corté el dedo medio de la mano izquierda, tratando de partir una naranja. Como la sangre no paraba, busqué una farmacia de 24 horas, sin resultado. Hasta que en el metro, un chico de dieciocho años estudiante de enfermería se apiadó de mí y me llevó al hospital. Yo estaba sola en la ciudad sin conocer  nadie.
Finalmente me cosieron y me inyectaron contra el tétanos.  Esa noche soñé que me robaban mi guitarra. A la mañana siguiente mi café con leche me supo más salado que nunca, no podía dejar de llorar. Escribir fue mi único consuelo.
Una parte de mi hubiera querido olvidarse de esta aventura, de los conciertos y regresar inmediatamente a México. Sin embargo, no sé de dónde tomé fuerzas y pensé que podría tocar con tres dedos. De  un día para otro tuve que redigitar todas las canciones y así me presenté. El público fue maravilloso, yo sentí que me desgarraba por dentro. Cuando canté “Al son de Sansón” a capella  —fue la única rola que no me dio tiempo de rearreglar— la gente vibró conmigo.
En el mes de julio estuve en Hamburgo, Alemania. Aquí toqué en la Uni-mensa, un auditorio de la Universidad de Hamburgo, alternado con Canela un grupo femenil de salsa de cuba. En este evento me molesté fuertemente con el organizador, un peruano llamado Persy, que no me quiso pagar, argumentando que no había llegado el público que esperaba (¿no les parece cotidiana esta escena?).
El 15 de julio fue mi último concierto en el teatro Monsun patrocinado por el consulado de México en Hamburgo.  Un chico peruano me hizo el diseño de las luces y apoyó muy bien las canciones. Participé en dos programas radiofónicos “Radio Tropical” de la estación Jazz Well Plus y “Ritmos” realizado en Hamburgo y transmitido hacia Latinoamérica (Radio Venceremos en San Salvador y Radio Liberación en Estelí, Nicaragua).
Para entonces yo ya deseaba regresar a México, la nostalgia me tenía secuestrada. Mis raíces, mi familia y amigos están en mi país. La aventura llegaba a su fin. Viajar es mirarse en un espejo yo  encontré a una Tere con una capacidad de resistencia, tenacidad y coraje que desconocía. Siento que no soy la misma. Ahora sé que en ningún lugar del planeta será mejor, si uno no cree en lo que hace.
**Epílogo
Tres años después en 1997 grabé Encuentros cercanos conmigo, canción que refleja esos momentos de mi vida.
        En esta foto aparezco con el dedo recién cosido en el Instituto de México en España
                                             Aquí estoy en la Universidad de Hamburgo
 Este es el volante del concierto en el Monsun Theater en el barrio de Altona en Hamburgo

Les dejo el link de la rola Encuentros cercanos conmigo. En el violín Lalo Olivares (Que en paz descanse) GRACIAS POR TU TALENTO AMIGO, DONDE QUIERA QUE ESTÉS.
http://soundcloud.com/tere-estrada-mx/01-tere-estrada-encuentros

 

miércoles, 24 de abril de 2013

Oye chava en la ENAH

25 anécdotas en 25 años de historia
1/25 Oye chava en la ENAH
Nos juntábamos en las jardineras. Rolaban las guitarras, los bongoes, las quenas o las armónicas. En medio de los edificios de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, el Tolón, el Vampiro, el Neto, Norma Cuellar, el Doc, Arturito, Armando y yo  nos juntábamos a guitarrear.  Podían ser los Beatles, Los Rolling o Los Animals. A veces era Rockdrigo, Trolebús, Arturo Meza o el Tri,  o quizá una canción de alguno de nosotros. Eran fines de los ochenta y la radiodifusoras Espacio 59 y Radio Educación eran los medios para saber que estaba pasando en la escena musical.
Recuerdo los gritos de El Vampiro, mientras estábamos en clase de Metodología con María Luisa Castro. La jardinera que él había elegido para exorcizar sus demonios daba justo debajo de la ventana del salón. Mientras María Luisa nos hablaba de Sócrates, El Vampiro cantaba a todo pulmón su versión  en español de “The house of the rising sun” de Los Animals.  El Vampiro cantaba tipo ópera y se ponía morado después de interpretar varias canciones. Su cabello era negro y quebrado, su frente amplia y su nariz prominente.
También se juntaba con nosotros Luis del Valle quien estaba en el grupo de teatro de la Facultad.  Luis nos propuso hacer la música para la obra de teatro “El  enemigo de clase” que estrenarían en unos meses. Las rolas hablaban de buscar tu camino más allá de la escuela, un poco al estilo de The Wall. Eran personajes outsiders, incomprendidos y así nos sentíamos después de todo,  buscando una identidad como personas y músicos en medio de temas sociales. Ensayábamos en la colonia Portales en la azotea de la casa del Vampiro. Rafa, el hermano de Luis del Valle se sumó a la banda con su batería y alquilábamos los amplificadores para hacer ruido con las guitarras. Yo no tenía guitarra eléctrica entonces, sólo mi guitarra de palo y mi presencia en la banda era más requerida como cantante o corista. Los ensayos terminaban con una fila inmensa de caguamas. Yo en ese tiempo no tomaba ni vino, pero compartía la fiesta y la emoción de sentirme parte de una banda.
Arturito tenía su pelo chino a la mitad de la espalda y siempre estaba sonriendo. Su voz era muy aguda y hablaba muy quedito. Siempre cargaba su guitarra rajada, pero una vez llegó a las jardineras con su guitarra rota. “¿Qué pasó Arturito?”, le preguntamos y nos contó una historia de agandalle y apañón de la tira. Su rola “Zapatos color peyote” nos encantaba. Un día llegó con el pelo rapado con el semblante triste y sin su lira.  Había sufrido otro agandalle pero más rudo. Fue el principio del fin. Después desapareció y meses después alguien nos contó que murió ahogado en las playas de Oaxaca.
Armando tocaba la quena y los bongoes, también la guitarra. Traía la música por dentro, estar en Ciencias Políticas era como un accidente. El nos contactó con Arturo Meza para tomar un curso de música orgánica en la facultad. Tolón había estudiado guitarra clásica con varios maestros y siempre tenía sus uñas largas bien cuidadas.  Su pelo largo y lacio le daba un aire de indio yaqui. Neto escribía unos textos de ciencia ficción increíbles, era la guitarra líder de nuestra banda sin nombre. Su look era más tipo new wave, pelo corto y raya al lado.
“Oye chava” era un texto que traía en mis cuadernos de apuntes de la escuela, al lado de los de historia de México y teoría social.  Los lunes y los miércoles me quedaba de una a tres de la tarde en la facultad a hacer tiempo en lo que iba a mis clases primeras clases de canto con el maestro Roberto. En algún momento de ocio estando en la biblioteca comencé a escribir:
Oye chava tienes ganas de crear mundos justos
 y te das topes con la barda de tu misma casa
ni el temblor la derrumbó
necesitas temblar en tu interior
El terremoto de 85 era un acontecimiento todavía vivo en nuestras memorias, la devastación de la ciudad nos había dejado con el alma apachurrada.  Acababan de pasar las elecciones del 88, era la primera vez que votábamos y teníamos la sensación de que alguien nos había estafado. La canción de Charlie  García “Nos siguen pegando abajo”  que escuchábamos en la radiodifusora Espacio 59 reflejaba nuestro estado de ánimo.
Yo sentía que si quería cambiar la corrupción y la injusticia social tenía que empezar por mí. Nunca milité en algún partido porque sentí que no era mi camino, pero hacer canciones era la manera de compartir con el mundo lo que sentía una joven de 20 años en una de las ciudades más pobladas de la tierra.
En casa terminé la rola y la estrené en un concierto que alguien de la banda sin nombre consiguió en la ENAH. No tocamos como grupo, cada quien se echó unas tres rolas y yo interpreté “Oye chava”. Los compañeros del grupo me la aplaudieron mucho. Recuerdo la cara de asombro del Neto, “está bien chida esa rola, se me hace como de Janis Joplin”, me dijo.
Con el tiempo Tolón entró como guitarrista de Antidoping y grabó varios discos. El Vampiro tuvo varias bandas, una de ellas con el pintor y músico Nacho Alfonso.  Tolón tuvo el mismo destino que Arturito murió ahogado en las playas de Oaxaca hace algunos años. El Vampiro murió atropellado hace más de un lustro. Armando se dedicó a viajar por el mundo con su música y terminó formando una familia en el Reino Unido y viviendo de tocar. De Neto no volví a saber nada. Yo sigo tocando, soy sobreviviente,  vi a Nina Hagen en vivo y entendí  que mientras el cuerpo aguante hay que compartir el canto y las historias.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Laura Abitia: Sirena ancestral, bruja mayor y mujer en fuga.

La primera vez que ví a Laura Abitia fue en la tele  a fines de los ochenta. Tenía un espectáculo que se llamaba “La Mujer: se prendió” junto con Hebe Rosell y Nayeli Nesme y lo estaban anunciando en el Canal 11. Leyó algo de poesía y me asombró una frase suya que decía algo de los topos y el infierno.  Ese fue mi primer acercamiento con su trabajo. Yo apenas tenía algunas canciones mías y acababa de entrar a la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM. En ese tiempo no me hubiera imaginado que tocaríamos juntas algún día.
Diez años más tarde, me la topé en vivo  y en directo en las reuniones para organizar el Primer Encuentro de roleros organizado por Paco Barrios en 1997.  Ahí también conocí a María Tort con quien más adelante formamos Mujeres en Fuga.  A veces las reuniones se hacían en  casa de Laura Abitia en la colonia Roma. Me gustaba su casa llena de plantas, sus imágenes de Remedios  Varo y su gatita siamés llamada Pérsima. En un armario viejito que había en la sala guardaba todos los chocolates, adornos y tacitas que le regalaban invariablemente cada año todos sus niños de la primaria Amado Nervo. Ahí daba clases de música, una chamba que le había endosado el compositor Armando Rosas.
Tenía talento para enseñar, nos compartía que se disfrazaba de bruja para hacer reír a sus alumnos. Cada día del maestro o fin de año escolar, su hijo tenía que ir por ella  a la escuela para recoger todos los regalos de los alumnos. Ella nunca se imaginó lo que sembró en ellos. Amaron la música por ella. Cuando trabajó con en el estudio de Amparo Rubín en los noventa, algunos de sus alumnos fueron Diego Luna, Gael García Bernal y Ludwika Paleta.

Su abuelo, el impulsor del cine mexicano Jesús H . Abitia, le regaló una guitarra fabricada por él mismo y sin saberlo marcó el destino de su nieta. Laura estudió en la Escuela Nacional de Música y compartió aula con Marcial Alejandro. No acabó sus estudios, pero se formó en las peñas en la década de los 70 y formó parte del Comité Mexicano de la Nueva Canción. Compartió codo a codo el furor de las peñas con cantantes como Tania Libertad, Guadalupe Pineda, Eugenia León, Judith Reyes, Margarita Bauche y Amparo Ochoa. Representa la generación de la resistencia, de abrir caminos, de seguir cantando a pesar de los pesares, incluso de ser madre soltera. “Todos te pedían solidaridad para muchas causas, pero cuando yo la pedía para que alguien cuidara a mi hijo no la encontraba”, me comentó alguna vez. Para mí era una vieja loba de mar, una sirena ancestral, una bruja sabia. Había tomado varios cursos de poesía y le atraía lo esotérico. Las letras banales le provocaban urticaria.  Una de sus más grandes enseñanzas para mí es que la letra de una canción tiene que releerse y reescribirse cuantas veces sea necesario. Jamás quedarse con la primera intención.
Laura nos convocó a un ciclo de Compositoras en el Multiforo Alicia a Aura (María Tort), Ana Pizarro, Adla Cano y a mí en julio de 1998. Decidimos llamarle a este encuentro Mujeres en Fuga, 5 compositoras en aquelarre musical. Nos gustó tanto la experiencia que decidimos tocar juntas, al principio, cada quien con sus rolas y después ya armamos el ensamble. Todas cantábamos y tocábamos varios instrumentos: guitarras, mandolina, bajo, percusiones, flauta, clarinete, piano. Recuerdo los ensayos en la calle de Álvaro Obregón en el depa de Ana Pizarro. Los hijos de Ana, Alvarito y Ely jugaban mientras ensayábamos. Me encantaban las improvisaciones vocales que hacíamos antes de cada ensayo y antes de cada concierto. Los ensayos funcionaban como una especie de catarsis. Cada quien podía contar los secretos de su corazón: sueños,  fracasos,  desencuentros, pasiones. La música sanaba nuestras almas. Después de varios intentos, por fin apareció nuestro único disco en 2004 producido en Abuela Records, Cyan Producción y editado por Pentagrama.  Nuestro álbum se llamó Brujas, un tema que Laura escribió cuando nos presentamos por primera vez en el Multiforo Alicia. En este disco también había otro tema de ella: Una más en Juárez, que cuando nos lo mostró se nos erizó la piel.  Siempre estuvo comprometida con los temas sociales.
A Laura le encantaba la parte del diseño del vestuario, nos íbamos a las tiendas a escoger telas. También adornábamos el escenario con velas e incienso. Eran un ritual los conciertos. Nos separamos en junio de 2005. Nuestro último concierto fue en La Planta de Luz. Laura se fue a vivir a Zihuatanejo donde vivió los últimos años de su vida.
Es una lástima que como solista únicamente dejó un cassette que grabó en el estudio de Jorge García Montemayor y un CD, Desde el Caracol, que produjo en 2003 con su entonces pareja Sergio Arellano y su hijo Fernando Navarro. Estas dos producciones para mí son una joya. Me encantan: De tarde…amor, Cuarto de azotea y La cana.
Era buena para hacer rolas, muy poéticas y redondas musicalmente hablando. Es una de mis compositoras consentidas. Escogí uno de sus temas “El último deseo” para mi disco Compositoras de México. La busqué en el verano de este año para preguntarle con qué editora tenía su canción y entonces supe que estaba enferma del hígado, tenía algunas semanas en México donde estaba recibiendo un tratamiento. Para la promoción de mi disco, el músico y periodista Jorge Velasco, me pidió que convocara a algunas compositoras para hacer una nota en Canal 11.  Le dije a Laura y aceptó gustosa. Mi esposo Darío y yo fuimos por ella en el auto. Muy despacito subió los cuatro pisos para llegar a mi casa. La vi muy amarilla y agotada. Se reencontró con Ana Pizarro a quien no veía desde que nos separamos de Mujeres en Fuga. Platicamos un momentito como en los viejos tiempos.  Le entusiasmó mucho la entrevista. La vi contenta, la fuimos a dejar a su casa, como cuando veníamos de algún concierto con Mujeres en Fuga. La abracé y le dije que se cuidara mucho. Me dio las gracias y fue la última vez que escuché su voz.
El concierto de Compositoras de México fue a los pocos días de la entrevista. Laura llegó caminando con mucha dificultad al Lunario acompañada de su hijo. Me encantó presentarla, pedirle que se parara  y la gente le aplaudiera. “Quiero que amen sus canciones como las amo yo” —le dije al público. Fue la última vez que la vi y con ese recuerdo me quiero quedar: Laura sonriendo y el público ovacionándola. Sin saberlo fue su último homenaje en vida.
Laura murió por problemas del hígado el 28 de octubre de 2012. Descanse en paz mi compañera de Mujeres en Fuga.

Hoy miércoles 31 de octubre, día de las brujas, le harán un homenaje en el Foro Tecuicanime (Tonala 99 col. Roma) a partir de las 4pm.
Link de la entrevista realizada por Jorge Velasco para Canal 11

martes, 15 de febrero de 2011

Mujeres y Blues. 25 años en el camino

Mujeres y Blues. 25 años en el camino
por Tere Estrada. 23/01/2003


“Y cuando cantas el blues y dices tu verdad
en verdad yo te comprendo, baby
 yo sé como te sientes,
y cuando cuentas todos tus secretos de amor y  te sientes sola
por favor pídele a Dios que no falte a tu lado
quien cante contigo una estrofa más
porque eres una dama cantante
porque eres una rocky woman
porque eres una lady singer”
Mayita Campos

Los músicos de blues son valorados por su pasión. La esencia de la música negra es la expresión de los sentimientos y las posibilidades de expresión dependen de las cualidades vocales. Se manifiestan emociones por medio de las palabras, risas, gritos, silbidos, lamentos, gemidos, gruñidos y pujidos. La ejecución es única e irrepetible y los escuchas se vuelven parte de ella. 
En México, la pioneras del blues fueron Mayita Campos, Baty Bátiz, Norma y Rubí Valdez, Macaria, Sola y Ginny Silva del grupo Los Stukas,  quienes se iniciaron a fines de los sesenta y principios de los setenta. Ellas empezaron con esta escuela emparentada con el soul, el gospel y el rhythm and blues. Después vinieron otras camadas: Carmen Hernández Ochoa de La Fachada de Piedra, Yekina Pavón y María Montejo, Maggie Mei (Magdalena Barbosa de Las Bennet) en los setenta; Betsy Pecanins, Nina Galindo y Hebe Rosell, en los ochenta; Rosina Conde, Alma Blues, Verónica la hija de Mayita y yo en los noventa; Laura Koestinger y Evelyn/Automarginados en el 2000.
El pasado sábado 25 de enero [del 2003] en el Museo de Culturas Populares se llevó a cabo el festival 25 Años Bluseando, Encuentro de Mujeres organizado por Mayita Campos en el que participaron también Betsy Pecanins, Nina Galindo y Tere Estrada. Alrededor de 500 personas abarrotaron el Patio Jacarandas del Museo. En esta gran fiesta niños, abuelitas y adolescentes aplaudieron y cantaron. El blues no tiene límite de edad, abarca todas las generaciones.
Mayita Campos es una sobreviviente de muchas tempestades. No zozobró cuando ella y muchos compañeros de su generación fueron atacados por vivir en las  comunas, fuera de los moldes de la familia mexicana. No zozobró cuando se cerraron los espacios para el rock en México después de Avándaro y los grupos se refugiaron en los hoyos fonquis en condiciones terribles. No zozobró cuando tuvo que mantener a su familia y convertirse en cantante de apoyo de artistas del consorcio televisivo.
Mientras Mayita estudiaba canto en el Conservatorio Nacional de Música, Betsy Pecanins causaba conmoción en el público que provocaba portazos en el Museo Universitario del Chopo y Nina Galindo se involucraba con los compositores del movimiento rupestre en la década de los ochenta. Entre tanto yo iba descubriendo el rock en México y escuchaba en Radio Educación a Emilia Almazán, Nina Galindo, Cecilia Toussaint y Betsy Pecanins.
En los ochenta mientras la gran mayoría de las mujeres roqueras de esa época hacían sus pininos en la producción independiente, Betsy Pecanins logró ingresar al elenco de una compañía trasnacional y obtener una difusión más profusa de su trabajo. Exhibió la necesidad de expresarse a todo pulmón y buscar alianzas para hacer un trabajo de calidad. Enfrentó el miedo de las compañías trasnacionales a apostarle a un producto “raro” según sus cánones. En 1985 Betsy Pecanins y Papa John Creach ofrecieron juntos un concierto en el Teatro Angela Peralta. Norma Valdez también alternó con él  y con John Lee Hooker en los festivales de Blues que se hacían en el Auditorio Nacional  durante los ochenta.
Mayita Campos compuso la canción “El último blues de la ciudad”, quizá este título tenga más que ver con Nina Galindo por su sensibilidad y acercamiento al blues urbano, chilango, de arrabal. Nina le canta a la ciudad abandonada, a la mujer abandonada, a la artista desolada entre tragos de anís y humo de cigarro.
Disqueras van, disqueras vienen, parejas van, parejas vienen, músicos van músicos vienen, pero el blues una vez que te roba el corazón jamás se va de tu vida. Nunca te abandona. No está de moda y su único requisito es la autenticidad. Es como una vieja bruja que acompaña tus momentos de soledad, de tristeza, de gozo, de cachondería; gruñe y grita o susurra despacito, te dice qué y cómo cantar para sanar tu alma, para liberar tus demonios.