martes, 15 de febrero de 2011

El rock es un camino de resistencia

El rock es un camino de resistencia. 31/01/2003.
por Tere Estrada.

El rock en México es un columpio en constante vaivén, es una rueda de la fortuna: lo que sube tiene que bajar, lo que está abajo sube. Grupos, disqueras, promotores, espacios dónde tocar, aparecen y desaparecen. ¿Quiénes sobreviven? ¿Quiénes se quedan en el inconsciente colectivo? Quizá los que retrataron mejor su época, los que fueron mejores músicos, los que fueron honestos; quizá los que fueron más manejables y fueron apoyados por la industria cultural y lograron una amplia difusión de su trabajo. Cada generación de músicos fue portavoz de su momento, de su historia. Cada quién contó lo que percibía, lo que le era permitido cantar, lo que podía comprender.
Hacer una enumeración de los discos y los grupos nos habla de la relación con las disqueras, las campañas de lanzamiento, los procesos de creación y consumo de las canciones. Pero esta es una realidad a medias. Más allá del registro discográfico el impacto de los conciertos es algo primordial en la vida del rock. En los conciertos los jóvenes socializan experiencias, buscan su identidad. Además se conjugan todos los lenguajes: musical,  literario y corporal. La intensidad del rock es comprendida a partir de estos tres elementos. Los asistentes a los conciertos guardan en su memoria el gozo, el disfrute, la complicidad. Se unieron en una ceremonia con sus héroes, buscaron fundirse en una sola energía, ser una sola entidad.
Lo que ha mantenido al rock en México son los conciertos. Sin embargo, pocos han tenido registro auditivo o fotográfico. Lo único que queda es la vivencia compartida entre músicos y público, el recuerdo sonoro, corporal y sensorial. Los testigos de esta relación amorosa son: los teatros de revistas, los cafés cantantes, las pistas de hielo, los antros exclusivos, los centros culturales, las plazas públicas y los hoyos fonquis, entre otros. El rock es un camino de resistencia,  de amor a la camiseta, de necesidad de expresión. Es cierto que muchos no ven al rock como vehículo comunicativo. Su fin no es tocar y disfrutar la música, más bien es un medio para acceder a otras cosas: ligues, reventón, alcohol, droga, prestigio, fama, viajes, dinero, etcétera. Muchos han perdido la brújula y sueñan con el productor, el promotor, la disquera que los lance al estrellato sin ejercitar su propio desarrollo artístico. Dejan de prepararse musicalmente, de cultivar su oficio de compositores, de buscar espacios donde tocar, de buscar maneras para producir sus discos y difundir su trabajo.  Creen que con una bonita cara, una actitud rebeldona, un peinado estrafalario, unos piercings y tatuajes por aquí y por allá son el pase mágico al éxito.
Hacer una Enciclopedia de Rock en México es un trabajo monumental, de una paciencia enorme y una entrega incondicional. Pregúntele a Arturo Lara quién lleva más de dos lustros en esta actividad. Registrar el número de grupos, integrantes, discos  y canciones de más de cuarenta años de música es una verdadera locura. Con los datos fidedignos en la mano se podrán realizar análisis a fondo de aspectos históricos, literarios o sociológicos de esta música.  Recopilar datos para hacer una investigación de rock siempre es difícil porque los propios artistas ni siquiera tienen su discografía completa y tampoco se acuerdan de los lugares donde tocaron, los músicos de sus grupos, los años de sus producciones. Que importante sería contar con una fonoteca rockera para poder acceder a todas las propuestas sonoras de diferentes épocas.  Rockeros y rocanroleros de diferentes generaciones podrían apreciar y reconocer las propuestas de unos y otros. Comprender de dónde venimos y cuáles son nuestras raíces nos da identidad, nos permite vernos con otros ojos y valorar el talento y el esfuerzo de los rockeros sobrevivientes de muchas tempestades.


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